sábado, 22 de septiembre de 2012

LOS DOLORES DE MARÍA 15 SEPTIEMBRE


Como cada año, la Hermandad de Ntra. Sñra. de los Dolores ha celebrado la Solemne Fiesta religiosa que corresponde al 15 de Septiembre.

La advocación de nuestra venerada titular es la más universal de las advocaciones de la Virgen, pues no está vinculada a una aparición o a una imagen, sino que arranca del mismo Evangelio, que nos presenta a María al pie de la cruz. Quizás convenga matizar el origen de esta festividad.  La fiesta de este día hace alusión a siete dolores de la Virgen, entendidos por el cristianismo como los siguientes: 1º la profecía de Simeón; 2º la huida a Egipto; 3º la pérdida de Jesús en Jerusalén, a los 12 años; 4º el encuentro de María con su Hijo en la calle de la Amargura; 5º la agonía y la muerte de Jesús en la cruz; 6º el descendimiento de la cruz; y 7º la sepultura del cuerpo del Señor y la soledad de la Virgen. La fecha en la cual esta fijada esta festividad  nos remonta al siglo XVII. En esta época se dio principio a la celebración litúrgica de dos fiestas dedicadas a los Siete Dolores, una el viernes después del Domingo de Pasión, llamado Viernes de Dolores, y otra el tercer domingo de septiembre. La primera fue extendida a toda la Iglesia, en 1472, por el papa Benedicto XIII; y la segunda en 1814, por Pío VII, en memoria de la cautividad sufrida por él en tiempos de Napoleón. Esta segunda fiesta se fijó definitivamente para el 15 de septiembre. En Nuestra Hermandad se conservan las dos fiestas y a bien tengo de resumir la última de ellas.

Este año se presentaba de forma peculiar. Recuerdo aquel 15 de Septiembre de 2009. Han pasado cuatro años de la primera vez que tuve la fortuna de ponerme cara a cara con la belleza desbordante de la Madre de Dios, Ntra. Sra. de Los Dolores. La devoción que irradia la Sagrada efigie cruza el grueso muro del templo de San Andrés, y en mi mano estaba un año más hacerla llegar a los devotos, a los cuales se les estremece el corazón al mirarla a los ojos. Y así lo quiso Ella un año más. La Soledad descendió de su capilla para encontrarse con aquellos que la añoran, que la buscan en una estampa en la cartera, que la sueñan en la distancia, o que le rezan desde cualquier rincón por esto o por aquello, da igual el motivo porque Ella todo lo puede y a Ella nos encomendamos.

Y con toda esta responsabilidad se cumplieron mis deseos otra vez. He tenido  el privilegio de devolver a Soledad su estampa clásica, aquella que vivieron nuestros mayores, que conocieron nuestros padres, y que hemos visto nosotros este 15 de Septiembre. De insuperable clasicismo y seriedad, creo haber encontrado el estilo definitivo de esta Señora de tez pálida y que llora por el insoportable dolor del hijo perdido. Siempre soñé a Soledad  como aquella dolorosa enjoyada, de encajes de bruselas sueltos, de medida compostura, de gesto serio, de respeto innato, y de luto riguroso, y así, bajo sus Sagradas plantas lo he hecho patente este año. La sensación al mirarla era inmensa, y no solo esto. Por primera vez he visto como la gente prende promesas y pone flores a los pies de la Señora. Nunca olvidaré como minutos antes de la misa, una anciana entraba al templo con jazmín para ofrecérselo a la Divina Madre. Ciertos gestos, nos hacen darnos cuenta de la importancia y trascendencia de la Virgen, y a mi, personalmente, me llenan el alma.


Me despido y espero que todos hayáis vivido este 15 de Septiembre con intensidad, recogimiento y devoción. Espero que poco a poco todos los miembros de la Banda cultivemos la profunda fe hacia Nuestra Señora y seamos el fiel relevo para generaciones futuras.



 Diego Angullo Jimenez

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